Podía pasar y de hecho ha ocurrido. La segunda película de la saga Crepúsculo es mucho peor que la primera. Y ya no quiero incidir más en que estamos hablando de cine hecho para adolescentes, que utiliza el mito vampírico con unos fines romanticoides desfasados y que solo rozan la superficie de lo que se narra en las novelas que adapta, no. Es una cinta llena de fallos, tediosamente aburrida y previsible y con una dirección y unas interpretaciones lamentables.
Hay que reconocer que el principio de la película me ha mantenido cinco minutos con cierto interés. El momento en que Kristen Stewart saluda a su abuela hasta que se da cuenta que su propio reflejo con un todavía joven Robert Pattinson a su lado me ha parecido una buena metáfora visual, aunque no muy bien realizada, de la problemática que plantea enamorarse de un vampiro. Pero después todo ha vuelto a volverse zafio y vulgar. El triangulo amoroso, la intriga de los hombres lobos, la persecución a la que Bella se ve sometida, los equívocos al estilo Romeo y Julieta, todo.
Pero ya lo que me ha parecido alucinante es el salto temporal que se produce cuando Bella corre al rescate de Edward. Dios mío, esta chica puede volar como Superman, porque esa sensación de un segundo estoy aquí y al siguiente he cruzado el océano y ya estoy en la plaza dónde tengo que evitar que mi amado se suicide, ha llegado hasta a marearme.
Lo peor de todo es que gente como yo, que no ha leído las novelas, tenga que preguntar por ese sinsentido de la amenaza que Edward le plantea a Bella justo al final "Si te convertiré en vampiro, pero solo si te casas conmigo". Personalmente tengo una compañera de trabajo que me resuelve las dudas, algo que no tendría que pasar si la adaptación fuera minimamente decente, pero que no hace más que reforzar la idea de que esta es una saga cinematográfica de mierda.