Crítica de la película El reino de los cielos por Romulo

Ridley Scott, no nos engañemos, no ha vuelto a ser el de Blade Runner o Alien; de aquellas tuvo la suerte de encontrarse con un guión impecable, en la primera, y con un libreto abierto que daba opción a la creación atoesférica, a una narración puramente visual, en la segunda. No nos engañemos, Ridley Scott sigue siendo un talentazo, pero hace tiempo que nadie le regala un buen texto base.

Algunos se habrán contentado con migajas como Gladiator o Hannibal, y es que después de fiascos como La teniente O'Neill, entiendo que hasta puedan saborearse de otra manera. Pero no. Cuando leo Ridely Scott, los replicantes y la Weaver más guerrera me siguen viniendo indefectiblemente a la cabeza. Quien firmó aquellas obras punteras, maestras, redondas, no puede pedirnos que nos conformemos con pequeñeces que solo brillan técnicamente.

Y lo jodido es que ahora además, lo que nos trae huele a chamusquina. Él mismo se parapeta en comentarios tales como que no ha pretendido hacer un producto histórico, sino algo comercial, que lo comercial está por naturaleza en todas sus películas... Eso se lo cree tu padre, si es que sigue vivo, señor Scott, o quizás tu hermano Tony; a ese sí que le pinta lo comercial más que un anuncio de lencería con Kilye Minogue sobre potro salvaje. ¿Pero tú? ¡Tú tuviste los cojones de convertir la ciencia-ficción en cine negro, de narrar Blade Runner con un ritmo chulescamente lento y de congelar el clímax, detenerlo justo en ese monólogo, olé tus huevos y los de tu guionista, contra viento, marea y productores! No me vengas ahora con excusas de cineasta que se supo de primera y ahora se ve en otra división.

Se me multiplican las malas vibraciones... Jeremy Irons, el misterioso; Liam Neeson, el poderoso; Eva Green, infinitamente fascinante... e incluso Edward Norton, secundario de lujo. Y todo esto, ¿para qué? ¿Para que Orlando Bloom el incompetente se lleve el mayor porcentaje de minutos en pantalla? Señor Scott, vuelve a demostrar que no confía en recuperar su nivel y, en esta situación, se conforma con recuperar el dinero en taquilla. Por más barba y barba que le pongas a Mr. Guapito de Cara, seguiremos notando su deformación congénita: esa parálisis facial que le impide llegar más allá de un solo gesto en toda película que haga. Y no, no es que mi ojeriza a Bloom sea un problema personal y desmedido; si no, hay están ciertas declaraciones de su compañero de repatro Jeremy Irons, que apurado por la prensa, pidió simplemente que no le hicieran manifestarse sobre Orlandito: "...no voy a decir nada sobre su trabajo... al menos hasta que pueda ver una visión de conjunto de la película..." Blanco y en botella, leche.

Que sí. QUe visualmente va a ser un espéctaculo... cansino. Muy bien filmado. Muy bien montado. No dudo que Scott hallará algún que otro momento donde agradarnos con su innegable buen sentido de la imagen cinematográfica. Pero esas batallitas las hemos visto chorropotocientas veces y duele, duele en los higadillos, que el tío que hizo Blade Runner, nos venga ahora con estas.


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