Los franceses tienen que involucrar a las emociones en todo,
no saben estarse quietos. Tanto es así que la clásica ópera prima barata de zombies
es en este caso, en manos de un francés, una historia de amor y dolor. La apuesta
es arriesgada, pues la cosa va en serio, y a medida que avanza la película, la
cantidad de maquillaje impedirán más la expresión facial de cualquier
sentiemiento.
Quien se ha metido en este berenjenal es David Morlet, que después de algunos
cortometrajes se lanza al largo con la intención de no volver a repetir otra
historia de zombies. Esto es algo muy de agradecer en un tiempo en el que se
factura este tipo de películas al por mayor, a sabiendas de su buena acogida
entre un sector minoritario pero amplio del público, sin necesidad de aportar
algo nuevo. También es verdad que este planteamiento tiene todas las papeletas
para el fracaso, razón de más para premiar el intento.
Que pruebe algo distinto no quiere decir que no tenga sus
puntos de referencia bien claros, en este caso, La mosca, 28 días después y La cosa. Excelentes puntos de
partida, claro está, ahora veremos cuanto de copia y cuanto de interiorización
hay en estas inspiraciones.