Creo que podría ver cualquier película de Isabel Huppert. La Huppert es la auténtica superdama del cine francés. Una mujer terriblemente morbosa y una actriz con infinidad de matices que ha inspirado a grandes directores como Chabrol y Haneke. Benoit Jacquot no es tan conocido como ninguno de los dos citados directores, pero se trata de uno de esos realizadores que quizá les falte llegar con algo de gas a la cartelera.
En este caso, Hupper y Jacquot nos traen una propuesta que ya califico en el título de esta precrítica como marcianada francesa. Marcianada, porque se trata de una de esas películas sin un hilo conductor claro, que plantea muchas preguntas y pocas respuestas, y que deja la interpretación a cargo del espectador. Y remarco lo de "francesa", porque claramente se trata de una propuesta que sólo se podría hacer por el núcleo más recalcitrante del cine europeo.
Querido espectador, si te apetece ver algo totalmente distinto al cine comercial, si no es importante para tí que las historias que te cuentan tengan planteamiento, nudo y desenlace, o si eres un fanático de Huppert - como yo - ésta es tu película. En caso contrario, no debes acercarte a menos de 100 metros del cine donde la den.
Veremos.