Martin Scorsese (Infiltrados o Suther Island) es el amo del calabozo, aparece y desaparece cuando quiere y con aire sonriente. La única diferencia viene a ser que sí tiene pelo y que no desaparece del escenario continuado de lo fílmico ni como director prolífico ni como productor intachable.
Después de tantos años de buen cine es normal que le vayan apeteciendo una serie, o mejor dicho otra serie, de películas, véase el error de La invención de Hugo. Desde que observo esta deriva, desde El aviador, puedo constatar que su cine va no bajando de nivel pero sí cambiando de poso.
Un poquito más de humor, un poco más de personaje histriónico, un poco más de comercialidad pura. En esta ocasión el drama se presenta con un personaje central de nuevo protagonizado por Leonardo DiCaprio (Django desencadenado o J.Edgar ) que sigue siendo muy poco uno de mis destacados de la gran escena.
El mundo del corredor de bolsa Jordan Belfort, en los años 90, con toques de caprichismo, de chorrada seria, en forma de biopic probablemente extensa y poco atrayente, el peor Scorsese, pero con su carrera se le puede perdonar.