Siempre he mantenido que la gran cantera del cine actual se encuentra en Latinoamérica. El mundo latino cuenta con grandes pensadores en todos los ámbitos de la cultura y el cine no es una excepción. Hace apenas unos años ver nombres como Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón o Guillermo del Toro en lo más alto nos resultaba extraño. Esta gente tiene además las ideas muy claras y son especialmente conscientes de su herencia histórica, social y política. Es algo que se proyecta en todo el arte latinoamericano. Es por eso que desde un primer momento hay que romper una lanza a favor de esta película que dirige el también mejicano Fernando Eimbcke. Pero mucho cuidado, porque promete ser un plato difícil de digerir.
El lago Tahoe al que hace referencia el título será -además del probable destino final de la película- una referencia a un viaje de descubrimientos personales, algo que casa muy bien con la juventud del reparto. La presencia más reconocible es la de Diego Cataño (Año uña), que ya trabajó con Eimbcke en Temporada de patos. Hector Herrera, Daniela Valentine y el resto de actores debutan con esta película. El film de Eimbcke tiene en su palmarés un premio Fipresci en la Berlinale y un par de galardones menores en otros certámenes menos relevantes. Si su metáfora está lo suficientemente trabajada y los espectadores somos pacientes con su ritmo -seguramente se tomará su tiempo a la hora de explorar a sus personajes- puede que nos topemos con una de esas películas que llegan a calar hondo en nosotros.