Cada vez que se escribe una postcrítica sobre una película coreana, hay un párrafo que va a piñón. Y es el de la dirección y la fotografía. Y es que los coreanos tienen un sello propio difícil de explicar. En este caso, una vez más, Joon-ho Bong consigue una fotografía impecable totalmente apropiada para la película y una dirección fluida que ayuda a mantener el ritmo y el interés. Estamos ante una película difícil para el espectador, porque se nos sitía entre la comedia y el melodrama familiar, entre el thriller policiaco y la comedia oriental. Por eso resultan especialmente acertadas escenas como la del comienzo, que permiten al espectador situarse y saber lo que va a ver (al menos a algunos espectadores).
Lo mejor de todo, en este caso, es la originalidad de los personajes. Desde el propio retrasado, del que uno se encariña desde un principio y desea que la madre consiga demostrar su inocencia, hasta la propia madre, pobre, inculta, y con un crudo instinto maternal, pasando por unos policías que no son ni buenos ni malos, sino todo lo contrario.
Me reconforta saber que todavía se pueden hacer buenos thrillers, sólidos, originales y de más de dos horas.