La novela de Dulce Chacón La voz dormida fue la clave para que Benito Zambrano volviera al cine tras su aventura en Habana Blues y su gran éxito como debutante tras Solas. De nuevo por tanto el retrato de una España franquista que puede ser rechazada por la parte del público ya cansada de siempre lo mismo, aunque el matiz sea distinto, y aceptada con admiración de quienes no olvidan y desean recordar con agrado historias de alma y fuerza de ser humano sin casi dignidad.
En esa dualidad, el espectador medio puede que vea una película bien hecha y muy sensible pero a la vez demasiado agónica. Si el objetivo es no salir lastimado es probable no acercarse a un director que trata de ahondar y no quiere superficies. Por una parte juega a favor del film el elenco no demasiado famoso en cine, que ayudará a una interpretación menos artificial y acaparadora de atenciones de marketing, por lo que de manera limpia, es posible que el film no sea atrayente en taquilla pero sí logre un nivel muy decente en la narración que pretende.
Inma Cuesta, conocida por Águila Roja o Primos, y María León, conocida por Hospital Central o Aída, son la pareja más potente de un film donde espero que las partes artificiosas de ambientación no estropeen mi entrada en la indefensión de ambas. Historia triste, llena de apoyo sentimental de la banda sonora, de rostros quejumbrosos y drama teatrero desde el buen sentido, claro, no es para todos los públicos, pero merece ser reseñada por su calidad innata desde el propio nacimiento de la novela.