Por si a alguno lo pillo con el pie cambiado, el título de esta pre hace referencia a un título de una portada del año pasado de la edición española de Cahiers du Cinema, que hacía referencia a ese cine que es absolutamente invisible en España, que no encuentra hueco alguno en los a veces estrechísimos canales de distribución. Ya no es cuestión de irse a buscar nombres rarísimos, pero en España es muy triste que nos hayamos quedado sin ver, por ejemplo, lo último de Coppola y lo último de Todd Haynes.
Totalmente dentro de esa franja de cine invisible se encuentra el cine filipino. Que recuerde, a bote pronto, ha llegado cine filipino en contadas ocasiones como fue Ang Daan Patungong Kalimugtong en el Zinemaldi de 2006. También me consta que se ha podido ver cine filipino en el Festival de Cine Asiático de Barcelona o incluso en el Zinebi, donde se tuvo como invitado a Raya Martin, el considerado enfant terrible del cine filipino y que también presenta película en el festival de Cannes.
Uno empieza a comprobar con asombro que la cinematografía filipina es una de las más potentes de Asia, en concreto la tercera, y con cifras de producción no muy lejanas de las del cine español. Para seguir centrando el concepto, existe una nueva generación de cineastas filipinos que están contribuyendo a la internacionalización del cine filipino y a la conversión del mismo hacia un cine de autor e independientemente rabioso como en el caso de las producciones de 9 horas de Lav Díaz. Entre los nombrados Martín, Díaz, Jeturian, De la Cruz, Solito, destaca Brillante Mendoza, el director de esta película, que con sus anteriores films Tirador y Serbis, ha logrado un amplio reconocimiento internacional, lo que le lleva a que sea su segunda participación en Cannes.
De su primera participación, el año pasado, existe una curiosa anécdota: el presidente del Jurado, Sean Penn, exigió un segundo visionado de la película, aunque al final se fue de vacío. Un año después repite presencia en la Sección Oficial. El hecho de que haya pasado sólo un año y cuente con nueva película da cuenta también del tipo de producción que se realiza en Filipinas. Aprovechando al máximo el formato digital, con historias cotidianas y costumbristas y con rodajes rápidos de cámara al hombro y pocos alardes técnicos. Estaremos ante otra película que bordeará el documental, y que se inspirará en un cine social, declarándose el director fan de Los 400 golpes de Truffaut.
Una oportunidad perdida seguro en España.