Tras la decepcionante adaptación de Crepúsculo, le toca el turno a la segunda entrega de la saga literaria de Stephenie Meyer. Decepcionante desde un punto de vista del no lector de las novelas por ser un film aburrido, sin alma, sin una trama convincente y sin un ápice de pasión al narrar las eternas disyuntivas de los vampiros, que por otra parte, los seguidores de los libros aseguran que en ellos goza de mucha importancia. Así que al tener que valorar lo que su segunda parte nos va a deparar, nada en el mundo puede hacerme pensar que el nivel vaya a mejorar lo más mínimo, sobre todo porque si a la primera parte no le ha hecho falta ser una buena película para ser un éxito de taquilla, ¿para que romperse la cabeza más?
Partiendo de esa premisa de que si algo ha funcionado en el ámbito monetario para que vas a cambiarlo, en el guión vuelve a repetir Melissa Rosenberg, que hará lo pertinente también con Eclipse, la tercera parte. Por el contrario la batuta de director ha cambiado, recayendo esta vez sobre Chris Weitz, responsable de comedias como De vuelta a la tierra o Un niño grande y más tarde de La brújula dorada, que es innegable que puede guardar muchas similitudes con la saga Crepúsculo: Adaptación de novelas para adolescentes, mitología variada y aventuras, pero que tampoco logró la calidad deseada para la mayoría del público.
Pero aún hay algo peor. Basándose en marketing machacón que puede sorprenderte en cualquier parte, he descubierto lo que seguro será el tronco principal de la trama, la cual respira una originalidad apabullante. Si habéis visto cualquier parte de Underworld, sabréis a que me refiero. Y como no podía ser de otra forma, llega el momento de introducir el inevitable triángulo amoroso formado por Kristen Stewart, Robert Pattinson y Taylor Lautner, para que las jovencitas tengan interesantísimos debates sobre cual de los dos protagonistas está más bueno.
Así que mi consejo es claro. Los que disfrutaron de Crepúsculo, tendrán otra cucharada más de la misma medicina, pero mejorada por un el entresijo emocional que se enrevesará mezclando garras y colmillos. Los que ya tuvieron bastante aburriéndose mortalmente con la primera, que nada les vaya a hacer pensar que la segunda mejorará.