El problema de las películas de espadachines a caballo es que están saturando nuestra mentalidad occidental, porque a esos señores de ojos rasgados no les importa ver mil, al fin y al cabo captan sin olvido el tremendo arraigo de los tradicionales pesares humanos que transmiten estas historias, pero es que ya son demasiadas.
Normalmente bien llevadas a la pantalla, algo lentas y de conversaciones entre cohibidas y de corte metafórico, se reciben bien. Normalmente bien tratadas desde el punto de vista técnico, con peleas brillantes y épica elegante, nos mostramos muy receptivos, pero poco a poco se acaba la mecha.