Darren Aronofski, el director de Pi, Requiem por un sueño o El luchador, entre otras, nunca dejará de sorprenderme con sus elecciones. Cuando sonaban rumores sobre un posible remake o resucitamiento de Robocop se embarca en un proyecto totalmente diferente como es esta película sobre el reverso tenebroso del ser humano, de su ambición, de sus anhelos, enmarcado en el mundo de la danza.
Aronofski siempre habla del ser humano desde su punto de vista más oscuro intentando buscar algún atisbo de luz. Cuando lo fácil sería rodar la luz para buscar la sombra, él se sumerge en la sombra para obligarnos a buscar la luz. Su cine es claustrofóbico y la experiencia que nos propone nos acerca al personaje de Buried.
Con unas críticas por las nubes y su paso por Venecia y un más que digno comportamiento en la carrera por los Óscar 2011, estamos ante una de esas películas que no hay que dejar de ver. Aronofski será muchas cosas, pero es un regalo para los actores. Ya le dio un bombón a Mickey Rourke y ahora se lo ha dado a Natalie Portman, muy necesitada de buenos papeles, que le ha llevado a la primera estación del Globo de Oro y en la que todo el mundo la espera con la dorada estatuilla. Eso si no se empeña en dejarse puntos con discursos como el de los Globos de Oro.
Acompañando a la Portman: Winona Ryder, Mila Kunis y Vincent Cassell. Banda sonora a cargo de su habitual Clint Mansell; y fotografía a cargo de su fijo Matthew Libatique. Es decir, su equipo titular.
Me apetece entrar en el cuarto oscuro de Aronofski aunque aún resuene en mí el fiasco que me supuso The company, del malogrado Robert Altman.