Que nadie dude que firmo esta precrítica desde una postura digna: No he visto Transporter, la primera. Pero leyendo a mi compañero Beiger, me veo obligado a ponerme manos a la obra, muy a mi pesar (no por tener que escribir, sino por tener que dedicar dos minutos a esta porquería de película.)
Comenta Beiger, el insano de él, que Transporter 1 era un cúmulo de basura pero que, ahora, en esta secuela inmunda, todo apunta a que esa misma basura y muchísimos más desperdicios van a juntarse, elevando el sabor a mierda a un inesperado plato de maravillosa y miasmática (puag) armonía y patatín y patatán...
Simplemente quería recordar a Beiger algunas de las nociones básicas de un concepto sumamente complejo: el de la suma. Uno más uno, es igual a dos. Esto quiere decir que si sumas un cartón de leche terminado, aplastado y arrugado, y una cáscara de plátano, tienes dos restos (detritus, sí) juntos. O sea, una bolsa de basura, casi. Y si juntas una bolsa de basura y otra bolsa de basura, el resultado es DOS bolsas de basura, no una colección de guantes de Gucci, así, de repente. Vamos, una bolsa más otra, casi un puto contenedor de mierda.
Es tan sencillo como que las cosas, cuando se suman, forman un cuerpo mayor pero siempre respetando la naturaleza de sus pequeños elementos conformantes. Si juntas varios pájaros, forman una bandada. Sí. Una "bandada". Pero, coño, de pájaros, no de ovejas, así de repente. Y cuando se forma una bola de nieve, la nieve no se ha convertido de repente en cocaína, así que no corras detrás con tantas ganas.
En defnitiva, que lo mismo ocurre con la basura. Si sumas cientos de trozos de porquería, el resultado es pura matemática: Transporter 2.