De tanto en cuanto un actor hace el esfuerzo de ganar peso, mucho peso, ponerse como una vaca, para afrontar un papel de exigencias varias (sólo el sobrepeso no conlleva premio, aunque ayude) precisamente con esa silueta como idea final: la del premio, la dorada del tío Oscar.
Aquí el que lo hace es Matt Damon, pero este chico es puro despiste. Engordar para hacer una comedieta independiente que en USA van a ver cuatro gatos no te lleva al Oscar. Ni le llevará a la nominación siquiera, mucho me temo.
A Soderbergh cada vez le hacen menos caso en su país, y todavía le queda un reducto en Europa, si bien mucho me temo que poco a poco se le va acabando el crédito. Pero, aún así, todavía hay páginas desde las que le analizan con abiertísimo interés.
En su etapa actual, Soderbergh firma y firma títulos a una velocidad inusitada; muchos no llegan ni a verse, apenas. Esta El soplón algo más se verá, que no sea al menos por Matt Damon. Pero el producto responderá al perfil de trabajo actual de Soderbergh: un análisis muy a la ligera de lo que pretende -teóricamente- parodiar, caricaturizar, criticar. Su pose siempre anuncia más chicha de la que luego es capaz de exprimir.
Habrá un gran trabajo estético. Eso no falla, con Soderbergh. Si bien muchas de sus elecciones siempre resultan a la sazón gratuitas y superficiales. Funciona, por supuesto, en divertimentos sin más pretensión como la saga de Danny Ocean, pero en pretendidas peroratas ácidas y con ínfulas críticas, las medias tintas no nos valen.
A buen seguro, el registro de comedia dará para varios momentos más acertados, y probablemente sea una cinta veloz, de fácil visionado y con algún que otro momento de carcajada. A ver cómo resuelve Damon esta faceta. Pero no es ni mucho menos uno de los títulos importantes del año.