Si a uno se le pasara por la cabeza la idea de modernizar la figura de héroe del Christopher Lambert (Una mujer en África) noventero y colocar la ciencia ficción a la altura del barro en busca de una canallada de taquilla que no tenga demasiados posos de sustento, pues supongo que le podría ocurrir crear Elysium.
El bueno de Matt Damon, al que cualquiera le puede perdonar incursiones en el cine romántico (Un lugar para soñar), se acerca a todo peligrosamente sin segmentar demasiado sus intentos por no anquilosarse a pesar de su carisma y poder de taquilla, y en este film agotado en sí mismo, en un juego de Robocop insultante y poco talentoso, parece que se recrea en su vertiente más cómica, que la tiene.
Incluso los amantes del cine de acción comprobarán que este intento de espectáculo no se merece demasiado, que sus dotes de espectáculo están recortadas por sus ansias de reconvertir algo que no lo necesita, y por encima de todo, que si no hay nada debajo no suele haber nada arriba. Una pérdida de tiempo imborrable, por lo tanto.