Quizá esta película no ha sido exactamente lo que esperaba. Me cuesta un poco escribir esta postcrítica porque voy a tener que repetir argumentos, una vez más, que ya he esgrimido en este Zinemaldi con Destino Woodstock y La cinta blanca. Una vez más, estamos ante una película terriblemente equilibrada, sutil, sobria y afinada. Quizá más de lo que a mí me hubiera gustado dado la historia que cuenta. Seguramente me hubiera gustado ver una película más violenta.
Aun y todo, El profeta es una película soberbia. Quizá lo que más reseñable me parece es la historia. Estamos ante la clásica historia de joven paleto que asciende y asciende dentro de una organización hasta ser el jefe. Normalmente, esto se nos cuenta de manera artificiosa, poco creible y bastante efectista. Es aquí donde El profeta marca la diferencia. La historia del joven Malik es la historia del crimen y el hampa en el 2009. Malik no es ni bueno ni malo. No se nos aburre con las consecuencias sicológicas de su niñez, ni se nos justifica su vida. Su ascenso dentro de la mafia resulta de lo más natural y por razones totalmente plausibles. Sorprende Tahar Rahim por ofrecernos una interpretación comedida pero llena de matices. El Malik que entra en la carcel y el que sale es una persona totalmente diferente. Pero no sabríamos decir en qué. La confianza en su cara, quizá sus andares... una interpretación refrescante y madura para un actor que espero poder volver a encontrarme.
Y, aunque lo que más quiero destacar es la historia, no puedo dejar de hablar de Jacques Audiard. Sencillamente impecable, con esa fotografía verdosa, oscura, deprimente, esa sangre tan bien puesta y esa cámara que elige siempre el plano justo para expresar lo que quiere.