No importa cuantas veces se ruede esta misma película, siempre será bien recibida por farsantes del buen gusto y aprendices de cultureta. Esto explica de sobra que se llevara un premio en el pasado festival de San Sebastián, donde participaba en la sección horizontes.
La uruguaya El baño del Papa es otra película que cuenta las andanzas de un pobre hombre sin un duro en el bolsillo que se busca la vida como puede, de las formas lo más imaginativas y cómicas posibles, y que, sobre todo, nunca pierde la ilusión. Un evento internacional es un buen punto de referencia para este tipo de cine.
Se supone que nosotros, los espectadores, debemos emocionarnos, enternecernos, e incluso soltar alguna lagrimilla ante la esperanza, la ilusión y la buena cara al mal tiempo. Enternecernos con memorables escenas en bicicleta - las bicicletas no pueden faltar. Quizá yo suelte una lagrimilla, pero será de pena por ver que el mismo mecanismo que se viene utilizando desde hace más de 70 años sigue trabajándose de la manera más ingenua, a la espera de que al iniciado le pille de nuevas.
A la dirección tenemos a Enrique Fernández, que había dirigido un thriller sin demasiado éxito, y a César Charlone, que se aventura en la dirección cinematográfica después de trabajar en la fotografía de las películas de Fernando Meirelles, Ciudad de Dios y El jardinero fiel. Un gran profesional que desgraciadamente está fuera de su campo. Al menos disfrutaremos de una buena fotografía.
No será aburrida ni lenta, será aceptablemente digerible. Al nivel de un producto de recreo americano, lástima que esta pretenda ser algo más. Espero, eso sí, que si hay lectura sociopolítica, que seguro que la hay, sea lo menos estridente posible.
Para quien premie la buena voluntad en lugar del talento.