Crítica de la película No estoy hecho para ser amado por Iñaki Ortiz

Hay una diferencia abismal entre hacer cine que nos habla de hechos cotidianos a hacer cine de mirar por la ventana (cine español). Los franceses saben contar historias de gente común, con oficios comunes, con intereses comunes, que les pasan cosas de la vida, y hacerlo dándole un toque delicado y emotivo, haciendo de cada pequeño detalle sin importancia una escena de aplauso.

Esto se ve en esta película. Consigue importarme. Me importan los personajes porque son de verdad, pero también me importa la historia porque está contada con ese gusto francés tan característico. Atreviéndose a escenas largas de baile con esa forma de abrazar al compañero de una manera distinta, con verdadero amor. Ahí el mérito es de la pareja protagonista, que están muy bien, ella tan guapa de forma natural y él tan resignado, tan contenido. Se siente una atracción que hace olvidar la diferencia de edad.

Pero no se comete el error de centrar todo en los dos aprendices de baile. Tenemos la historia del protagonista con el padre que es tremendamente emotiva, una de esas historias de lo que no se dice. Con el hijo también hay mucho que no se dice. Siempre es de agradecer en las películas que no se digan las cosas.

Una pequeña película para paladear con cariño.