Esta es una historia ingenua, voluntariamente ingenua diría yo, en la que se pasan por alto muchos detalles de realismo de las situaciones y dificultades del mundo real. Está claro que el tono no busca eso, y lo mismo da un robo que un secuestro que un fraude. Al final todo eso es el envoltorio, Sven Taddicken quiere contarnos una tragicomedia romántica, quiere hablar amablemente y en tonos claros sobre la vida y el amor, sin demasiadas pretensiones, eso sí, y lo demás está de sobra.
La gente, en general, es buena, no hay graves problemas, sólo uno: él va a morir. No debe haber mayores distracciones. Entre tanto vemos una bonita y convencional historia de amor en un contexto más bien atípico, y con un personaje – el de ella – con mucha personalidad.
Un bello final, que por otra parte es esperado desde el principio de la película, termina la historia a tiempo, si acaso con algunos minutos de más. Si, entre tanto, uno se ha quedado con las curiosidades y las distinciones y ha obviado lo que está en segundo plano, la ingenuidad y la convencionalidad, se puede salir contento de la sala.
Dos protagonistas bien interpretados, uno por Jürgen Vogel, con un aspecto eficazmente derrotado y el otro por Jördis Triebel que es la gran protagonista de la película, con un carisma baturro con el que se gana a los espectadores.
Su humor negro, los sentimientos entrañables y la sencillez formal hacen de esta una película amena que no pasará precisamente a la historia. Ni falta que hace.