El homenaje a Tati se rezuma por los cuatro costados de este film singular, clásico, lleno de cariño hacia el arte y la escena. Por un lado los escenarios, dibujados con la calidad de un amante del viejo talento de los talentosos, por otro lo que sucede, cosas de otros tiempos y tercero el personaje central, el propio Tati, tan entrañable y necesario, conforman un bloque animado con calidad moderna aunada con melancolía.
Si uno ha visto el trabajo de Tati, y se ha maravillado, la película entra sola, despacio y de forma sólida. Los detalles de sus movimientos y pensamientos, sus énfasis en el gesto, las rarezas de su obstinación por insistir en la magia de la ilusión en constante enfrentamiento con un mundo que se deshumaniza, son simplemente un homenaje total y a la vez un ejercicio de morriña mal llamada, nostalgia poéticamente mencionada.
En definitiva no es una película de dibujos animados, es un film de animación muy bien trabajada en un 2D superior, que busca y encuentra un público que viaja a su lado, en su misma visión de lo que muestra, sin ganas de sorprender a nuevos visionarios sino de agradar a sus seguidores, los de Tati, los de un mundo que ya no existe.