Crítica de la película Los amantes pasajeros por Iñaki Ortiz

Mescalina


1/5
13/03/2013

Crítica de Los amantes pasajeros
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Vaya por delante, para evitar que me achaquen Pedrofobia, que adoro la obra de Pedro Almodóvar y que, en concreto, su anterior película me parece una obra maestra, así con todas las letras.

Está claro, y así lo ha manifestado el director en varias ocasiones, que lo que se buscaba aquí era una comedia ligerísima para reír y poco más. Sorprende en un autor que ha escrito películas tan divertidas como Mujeres al borde de un ataque de nervios, que su concepto del humor sea algo tan fácil, vulgar y reiterativo. Quizá en su empeño de aligerar, ha eliminado todo rastro de inteligencia hasta terminar en una serie de gags con pluma y sexo que quizá hubieran sido transgresores hace treinta años, con la explosión de las libertades y en medio de las dos Españas. A día de hoy, resulta trasnochado, superado y por lo tanto aburrido, que es lo peor que le puede ocurrir a una comedia sin pretensiones.

Aunque, bien mirado, pretensiones si tiene, muchas y con calzador. Como para justificar este divertimento, incluye una constante crítica tonta y forzada hacia los culpables de la crisis, que aparte de no aportar nada, desentona y se apoya en guiños patéticamente explícitos. Pero hay más pretensiones, una mirada al pasado, una defensa nostálgica de sus propios comienzos (algo que ya estaba presente en Volver). La mescalina, el agua de Valencia. Una especie de reivindicación de lo loco y lo políticamente incorrecto de los tiempos de la movida. Esa reivindicación se hace de forma explícita en el contenido y se sugiere a través de un tono en coherencia con esta idea. Todo un juego metalingüístico la mar de ambicioso que termina derivando en un solo resultado: la película está tan desfasada como el uso de la mescalina.

¿Cosas buenas? Pues claro que las hay. Tenemos un repartazo, salvo alguna excepción, con las mejores capacidades cómicas que podemos encontrar en nuestro cine. Carlos Areces es gracioso solo con aparecer en pantalla. Las caracterizaciones son suficientemente estrambóticas. El gag musical está muy bien rodado y coreografiado. El trabajo del color, tanto en dirección artística como en fotografía, es refrescante, da gusto tener esa sensación de amplitud y paz en una cabina de avión. Alberto Iglesias hace lo que puede con la banda sonora, para intentar dar empaque a este despropósito. De hecho, todo está perfecto excepto una cosa: un guión que parece haber sido escrito en el tiempo que dura un viaje de avión bajo los efectos de varios licores. Por mucho potencial que tenga Javier Cámara, no puede hacer nada con su texto, eso no hay quien lo levante.

En algo que creo que también ha fallado Almodóvar, y en este caso, como director, es otro pecado en comedia: la película no tiene ritmo. Los diálogos muchas veces se estancan y se alargan en planos excesivamente estáticos. Falta engrasar algunos elementos en el montaje. Quizá es que hay que ir más allá con el juego autoreferencial y el espectador también debe ir puesto hasta arriba de mescalina.

Vergonzosamente aburrida.



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