Esta es una de las películas interesantes del 2008. Parece que allá por donde pasa deja una buena impresión. En el festival de Berlin, su actriz protagonista, Sally Hawkins, consiguió el oso de plata a la mejor actriz. No es un dato baladí cuando esta es una película muy volcada sobre su protagonista. Hay quien la ha comparado con Amelie, seguramente por esa importancia del personaje y por su tono positivista, que no por su forma audiovisual, en donde seguramente saldrá perdiendo o ni siquiera pretenderá competir.
Y es que este no es un director que se caracterice por derroches visuales, todo lo contrario. Hablamos del británico Mike Leigh, uno de los directores más influyentes del cine que se viene haciendo en Inglaterra en las últimas dos décadas. Claro que hay que matizar que sus películas son bastante más interesantes que la mayoría de cine social de carrerilla que ha venido después. Seguramente su película con más fuerza sea Secretos y mentiras, aunque puede que haya envejecido con el tiempo. En cualquier caso, el director ha demostrado hace poco que estaba en plena forma con esa sutil aunque contundente película que fue El secreto de Vera Drake.
En esta ocasión nos trae esta mirada optimista y quizá voluntariamente ingenua, que hará las delicias del público más flower power, pero que también llegará al espectador más serio. Si en el drama de El secreto de Vera Drake se podía rescatar una mirada esperanzada, seguramente en esta historia de felicidad se colará por los resquicios de las miradas un drama subyacente. Lo que es seguro es que nos encontraremos con un trabajo bien hecho, elegante, y con un cuidado guión sin irregularidades. Este veterano autor ya sabe lo que hace.