Crítica de la película Trance por Iñaki Ortiz

Mind Heist


2/5
15/06/2013

Crítica de Trance
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película ¿Será el nacimiento de un nuevo subgénero? Esperemos que no. Está claro que Origen de Christopher Nolan fue un bombazo. Aplicaba el género de las Heist films (películas de robos) a la búsqueda en los recónditos lugares de la mente. Los guionistas de Trance no se han cortado un pelo a la hora de intentar repetir el éxito. Pero claro, el mundo de los sueños y en especial, el de la hipnosis, te ofrece un terreno del todo vale en el que es muy complicado no caer. Y John Hodge, un guionista que le venía de perlas a Danny Boyle como mero adaptador de novelas en Trainspotting o La playa, no tiene ni de lejos el talento para evitarlo. Donde Nolan se regía por unas estrictas normas que le limitaban y guardaba una impoluta estructura esquemática, Hodge se ha metido hasta la cintura en una ciénaga de sinsentidos, trucos baratos y en general, ha cocinado un pisto inaceptable que avanza según le va conviniendo. Aparte de ser un atentado al sentido común, resulta en gran parte aburrida, pues se convierte en una sucesión de situaciones pintorescas que uno no sabe muy bien de qué manera se supone que van a hacer avanzar la trama.

Con este guión no hay quién saque la película adelante, y sin embargo, Boyle hace lo que puede. Se esfuerza al máximo en volcar sobre la película todas sus capacidades. Consigue una estética impecable y una dirección absolutamente física, donde el dolor duele y el mareo marea. Donde sientes la gota de sudor y la molestia del micro oculto, donde percibes el vértigo, la velocidad, la confusión. Se nota que se esfuerza en cada plano para que olvides cualquier concepción académica.

La introducción, con un montaje virtuoso, dinamismo y una violencia seca, nos promete una película excelente. Elimina el glamour asociado a los robos de guante blanco y los sustituye por fuerza y cojones; donde un bate de béisbol es mejor que cualquier aparatito sofisticado. Incluso las secuencias más ridículas, desde el punto de vista de los hechos, como es el climax final con el coche en llamas, tienen cierta chispa.

Ayuda la potentísima banda sonora de Rick Smith (la mitad de Underworld) que dan ganas de mover los pies en la butaca y que sirve para unas cuantas secuencias musicales agradecidísimas. Ayudan también los tres protagonistas: el interesante James McAvoy, el visceral Vincent Cassel y la exuberante Rosario Dawson.

Pero ya puede tener la ayuda del séptimo de caballería, que con un guión sin pies ni cabeza, que además, se muestra muy pronto como disparatado y sin garra, no hay nada que hacer. Una pena que esta haya sido la elección de uno de los directores más intensos del panorama actual.



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