El canadiense Maurice Devereaux intenta sorprender con una inverosímil historia sobre sectas cristianas en el escenario de una línea de metro. Se trata de una idea que, valga el símil, cabalga a lomos de un vagón de tren siempre a punto de descarrillar. Si esta End of the line consigue completar su recorrido será sin duda un logro digno de todo elogio.
Tras las fallidas Blood Symbol y Lady of the Lake, Devereaux consigue con End of the line un film más valorado por la crítica pero que no debe llevarnos al entusiasmo. Es previsible que, debido a la ambientación, la película empiece fuerte, para ir diluyéndose con el paso de los minutos al igual que el interés del espectador y que solo una sólida labor interpretativa o unas buenas dosis de sangre podrán salvar. No obstante, el cine siempre concede sorpresas al espectador más escéptico. A pesar de todo, uno no puede encontrar a priori puntos positivos a los que aferrarse cuando se habla de éste film, aunque no son pocas las buenas opiniones escuchadas al respecto.
El estreno del film en el Festival de Toronto no supone ninguna garantía más allá de un mero interés comercial. Pocas esperanzas pues para un film lastrado por una evidente falta de presupuesto.