Crítica de la película Blancanieves por William Munny

El director hindú Tarsem Singh es santo de mi devoción. Un artista de la estética en sus películas, La celda, The fall o la reciente Immortals, donde destaca primero lo que se ve y más tarde, eso es otra cosa, lo que se cuenta. Para Blancanieves, esta nueva producción en sus manos, cuenta además con el último trabajo de la oscarizada (Drácula de Bram Stoker) diseñadora de vestuario Eiko Ishioka, recientemente fallecida, lo cual refuerza su sentido estético y la puesta en escena de la película.

Una nueva versión de Blancanieves, teatralizada, más propia de un espectáculo de Broadway, que tratará de llevarse a todos los públicos pero que posiblemente acabe por hacer que los niños no entiendan lo que se dice mientras miran todos los colorines de los escenarios. Los mayores podrán deleitarse con Julia Roberts, como madrastra, en un papel de estos que no se pueden rechazar, mucho dinero y mimos por doquier.

Lily Collins, una joven actriz inglesa que ya hemos visto en The blind side o El sicario de Dios, es la encargada de encarnar a una princesa de cuento ya muy conocido, pero en esta ocasión variado con mayor grado de acción, romance y comedia. Total, un para delante pero para atrás que no creo que haga de la película algo que recordar. Ni suficientemente infantil, ni suficientemente adulta, una suerte estética que aunque bien llevada no va a emocionar.

Alan Menken, compositor de películas infantiles de dibujos animados como La bella y la bestia, La sirenita o Aladdin pondrá las notas musicales en sus minutos.