Después del gran éxito de 300,
se han realizado unas cuantas películas de guerreros legendarios, de
barroca estilización apoyada en las nuevas posibilidades digitales.
Ninguna de ellas alcanzaba a la primera, que si bien era uno de esos
derroches fascistas apestosos tan propios de Frank Miller, hay que
reconocerle ciertos méritos en el apartado estético. La razón es
evidente: no había ninguna firma interesante detrás de estos
productos de taquilla oportunista. Sin embargo, ahora sí lo tenemos,
y si lo que buscamos es pura estética descontrolada, ¿quién mejor
que Tarsem Singh?
Este director indio proviene del
videoclip, cuyas formas no ha abandonado para nada a la hora de
enfrentarse a la pantalla grande. Tiene sólo dos trabajos previos,
La celda y The Fall. Dos películas tremendamente
irregulares que comparten un gusto por el barroquismo llevado al
límite, la estilización artificiosa, más propia del mundo del
videoclip o de la publicidad. También comparten la colaboración de
la excelente diseñadora de vestuario japonesa, Eiko Ishioka,
posiblemente la mejor cuando se trata de vestuario abiertamente
expresionista. Una artista, fiel al director (repite y lo volverá a
hacer en el siguiente trabajo) con un trabajo verdaderamente
espectacular que se adapta como un guante al cine de Singh.
Definitivamente, lo que tendremos aquí
será un material apropiado para espectadores con dos tipos de
intereses. Por un lado, podrá ser interesante para quienes busquen
acción-circo-espectáculo con desprejuicados efectismos. Por otro,
para quien quieran y puedan disfrutar de un estilizadísimo ejercicio
de pura estética artificial, apoyada en imágenes que aludan
directamente a la imaginería colectiva y a la excitación más
irracional de nuestro subconsciente. O cómo sería una película de
acción rodada como un anuncio de moda italiana.
Una mezcla explosiva. Tenemos además intérpretes tan interesantes como Stephen Dorff, Mickey Rourke y John Hurt, entre otros.