Crítica de la película Daybreakers por William Munny

Los hermanos Spierig que no tocaban la dirección desde el 2003 con Los no muertos, se hacen cargo de una película que toca claramente el género vampírico pero a su manera, el futuro, y no digo nada más. Su carácter de novedad la pone en tela de juicio, las poses de sus protagonistas con armas en mano siempre delatan sus maneras y el guión, a  base de lo que el público de acción quiere ver, seguro que se muestra tan poco firme como la mantequilla en un día de calor junto a un río.

Sus juegos de toque, sacando de aquí y de allí, con Blade de por medio en sus partes de metraje limpio con jovenzanos guapos, con Matrix en una estética que se quiere dejar seducir, con 28 días después como fondo de aspiraciones, por ejemplo, nos llevarán a un mundo prefabricado, de héroes fáciles y malos más fáciles, un paso cercano a los últimos intentos de Underworld pero mucho peor. Lástima no poder contar más de la historia para que eche para atrás de primeras. Estas cosas hay que hacerlas a lo Mad Max, a lo escenas de silencios y buena ambientación, en búsqueda de heroismo más que de color bonito, textura uniforme y brillos de metal futurista como salón de decoración a la venta.

Estoy seguro hasta de que las partes de humor, por la situación que tiene que describir, causarán bajas entre los acólitos de la acción, dejando pocos momentos para el disparo de los dedos índices de Ethan Hawke (Asalto al distrito 13) y Sam Neil (Irresistible), el primero empezando el declive, y el segundo aceptando esto porque no le dan nada más. En medio de ellos, que no harán más que hacer caer sus mitos estará uno al que todo le sienta bien, William Dafoe (Anticristo), un hombre al que le da lo mismo cabalgar a lomos de caballos o de potros, pero que elige su papeles para sacarles el máximo partido de sus formas y capacidades. Apuesto a cualquiera a que es el mejor recordado del film, el equilibrio, el punto que hay que acabar salvando o agradeciendo en sus minutos.