La principal virtud de esta película se encuentra en su dirección, de ahí que por ello crea que con todo merecimiento Nick Broomfield se llevó el Premio a Mejor Dirección en el Festival de Cine de San Sebastián 2007.
El caso es que me esperaba una dirección en cierta medida preestablecida, de estilo semi-documental, tan directa que se perdiese en los primeros veinte minutos.
Y no ha sido así. Me parece que narrativamente hablando la película retrata muy acertadamente el círculo de la violencia en el que gira, no el conflicto iraquí, sino cualquier conflicto.
Está claro que desde que Sam Mendes con Jarhead hiciese la película definitiva sobre la primera Guerra del Golfo la banda sonora de las contiendas del siglo XXI debe ser la que se nos muestra en este film, que acertadamente incluye fragmentos de marines metidos a actores contando sus vivencias.
No me han gustado los toques grotescos del imán con los prismáticos justificando la matanza de iraquíes diciendo que son mártires, ni tampoco al marine tendiendo la mano de la joven esposa, ni la imagen del cuartel general dirigiendo las operaciones.
En cambio me quedo con ese plano subjetivo de la niña escondida bajo la cama, sin oír los disparos y viendo cómo caen los casquillos junto a ella. Me gusta esa luz que lo ilumina todo cuando los marines comienzas su baño de sangre.
Me gusta esa persona que vuelve a casa y abraza a sus hijos después de hacer lo que ha hecho, y que la noche anterior volvía con la noticia de la muerte de un desconocido. De cómo en esas condiciones alguien cree que debe hacer algo, sin medir los efectos de sus actos.