Ya desde los estilizados créditos de diseño del comienzo parece que esta película se puede incluir en esa nueva onda de directores españoles que quieren dar otra imagen a nuestro cine.
Los temas que se tocan no se van tanto de la norma, pero la forma es mucho menos torpe de lo habitual. Con buen humor y con mucha acidez, Lemcke nos habla de los entresijos del personal de una gran empresa. En lugar de adoctrinar al público ignorante, lo que decide es que después de todo el espectador no es idiota, y ya sabe lo que se cuece, así que mejor que explicarle las cosas es hacerle cómplice de ellas.
Para ello se confeccionan unos diálogos de un realismo milimétrico, tan milimétricos que jamás son milimétricos. Y unas situaciones tan cínicamente familiares que resultan completamente cómicas. Al identificar a los personajes con referentes reales, su patetismo cobra vida en nuestra propia memoria y podemos participar de sus motivaciones interiores sin necesidad de que nadie nos lo explique.
Personajes impecables que no serían posibles sin diestros intérpretes detrás de ellos. Los jefes están interpretados por Juan Diego y Luis Tosar, y son precisamente eso, los jefes. No es cuestión de premiar por segundo año consecutivo a Juan Diego con la concha de plata, pero es que es difícil no hacerlo. Se come la película, cada plano en el que aparece es suyo por derecho propio. Nos muestra un jefe repleto de sutilezas, de detalles interiores. Afortunadamente Luis Tosar no se queda atrás, Cholo es verdaderamente temible. Un retrato genial.
Pero es que aquí nadie falla. Arturo Vals, que básicamente sigue en su personaje de cámara café, borda su pequeño papel. Alex Angulo es todo un derroche delicioso de actor cómico. Secun de la Rosa funciona a la perfección como el pringao que termina demostrando ser. Mención especial para Alberto San Juan, en una interpretación muy carismática con una escena final redonda. Y no menciono a más por no aburrir. Todo el reparto funciona.
Me quedo con los diálogos y las situaciones inteligentes. Me quedo con el suave progreso de la dramatización. Me quedo con el oso y el madroño. Me quedo con la escena del coche y la necesaria renuncia a sus sueños del joven yerno.
Me quedo con esta película. Es más de lo que parece.