Muchas películas reflejan la situación
de violencia insostenible de México a causa de la exportación de
droga. Eso no es una novedad. Quizá sí lo es el punto de vista más
global del problema que tiene Miss Bala. Contrapone, de una
manera llamativa, el mundo superficial de un concurso de belleza con
la violencia más cruda de la calle. En cierto modo creo que busca
una reflexión en esta dirección: ¿Nos hemos acostumbrado a la
violencia? ¿Lo han hecho los mexicanos? Con su enorme tasa de
crímenes de sangre, son capaces de seguir adelante y convertirlo en
rutina, así es el ser humano. Puede celebrarse el más frívolo
concurso de belleza y puede ser esta la obsesión de miles de jóvenes
mientras cadáveres cuelgan de un puente. Quiero ver aquí una
llamada a lo que urge, un grito que señala un problema gravísimo y
al tiempo cierta resignación.
Creo que esto entronca perfectamente
con una noticia que leíamos hace no mucho. Al parecer se han
prohibido los narcocorridos (esas canciones que, como esta película,
cuentan la realidad de la droga y la violencia, aunque quizá con más
barroquismo). Una muestra clara de la intención de mirar hacia otro
lado, cambiar el canal de las noticias al del glamour barato de las
misses. Creo que este tipo de cosas son las que denuncia esta
película.
Por otro lado, vemos la corrupción que
existe a varios niveles. Desde el policía callejero hasta los altos
mandos pasando por el propio concurso. Unos pagados por los narcos,
otros buscando sus propios intereses. Una película que no se corta
en mostrarnos las imágenes más escabrosas, en cierto sentido se
regodea en ello. Cine pesimista a modo de aviso.
Algunas escenas tiene mucha energía,
aunque también veo algunos puntos muertos que resultan más
aburridos.