A lo mejor tenía demasiadas esperanzas puestas en esta película y por eso me ha decepcionado más de lo que debería.
La trama en sí ya la intuíamos todos. Un veterano espía que ha estado filtrando información confidencial a los rusos durante casi dos décadas. La típica historia basada en hechos reales. Es carnaza de la buena para dar vida a hora cuarenta de cinta.
En primer lugar tengo que darle un notable bien alto a Chris Cooper, pues a pesar de que su registro es bien parecido al de American Beauty de Sam Mendes me sigue pareciendo un actor con muchas maneras. Y te contagia cada vez que aparece en escena. No sólo por sus comentarios sarcásticos y manera de ser tan ruda sino por la situación de castigo sicológico continuo que el personaje arrastra todo el tiempo. El sentimiento de culpabilidad que le persigue, la falta de confianza y la duda constante con todo lo que le rodea hacen de él un mártir al servicio de las barras y estrellas. Es un espía profeta de los de antes que no pone en duda los cimientos de la sociedad americana pero que discrepa de lo que es la Norteamérica actual. El film despierta cada vez que el agente Hansen aparece.
Y muy satisfecho también con Ryan Phillipe con la parte que le toca. Apunta maneras pero no para tirar cohetes ni muchos menos. El muchacho es el encargado de ser un cordero en manos de Hansen.
Es la historia del viejo león contra cachorro, del maestro y aprendiz. Desde luego el film va a lo que va desde el primer minuto. No se anda con rodeos y se limita a contar la historia de forma lineal y en un período de tiempo breve. Cada encuentro que tienen estos dos personajes son el pulmón del film que ya de por sí anda escasito. Se caracteriza por lo escueta que es. Pero también por su sencillez. Se nota que el presupuesto no da para mucho y es amplia la oferta de exteriores del film.
Una película que crea debate constantemente sobre la confianza y el espíritu patriótico americano. Sin duda me quedo con dos momentos del agente Hansen: "Necesito confiar en usted!" y " Reze por mí".