Finalmente, Inside Job no es el
documental aséptico y objetivo que esperaba. Su mensaje es claro, no
sólo se dedica a mostrar los entresijos de esta terrible crisis
mundial, sino que apoya abiertamente una línea de acción y encamina
todo el desarrollo del documental hacia ella: la regularización económica. Un
posicionamiento que a muchos nos puede parecer de sentido común,
pero que no deja de ser eso, un claro posicionamiento. Y para ello no
duda en apelar al sentimiento de todo ciudadano americano, con un
final abiertamente emocional, con una llamada a la lucha, por difícil
que sea el objetivo, sobre la imagen de la estatua de la libertad. Un
recurso realmente fácil, pero que debo de reconocer que me ha tocado
un poco la fibra.
Hablemos del montaje, una de las
herramientas principales en el terreno del documental. Si hay un
espacio donde no se debe hacer uso del montaje ideológico bajo
ningún concepto, es precisamente este, el cine documental, y en
este caso el director recurre a él en varias ocasiones. Un recurso
cinematográfico demasiado dudoso para este tipo de obra. Ya lo usaba
Medem en La pelota vasca, pero aquí Ferguson ha llegado más
lejos, no sólo ha recurrido a este tipo de montaje sino que ha
ofrecido unas entrevistas terriblemente contaminadas. Interrumpe y
acosa a aquellos entrevistados que no le satisfacen, y para colmo, en
varias ocasiones corta para omitir la respuesta de estos. Abusa de
las respuestas fuera de la propia entrevista ("¿podemos cortar un
momento?", etc.) que sólo buscan dar una imagen del entrevistado y
no de lo que responde. Quizá el caso más flagrante es cuando vemos
a uno de los entrevistados titubear unos segundos para luego no
mostrarnos la respuesta. Nos deja muy claro quienes son los buenos y
quienes son los malos, no hay lugar para la interpretación.
A pesar de todos estos recursos más
que dudosos, también hay que decir que nos encontramos con un enorme
trabajo de documentación que además, está explicado del modo más
sencillo que se puede con una materia tan compleja. Resulta
tremendamente didáctico, con un buen uso de los gráficos y una
explicación bien estructurada con las repeticiones necesarias de
algunos conceptos clave. Hay además un gran trabajo de recopilación
de fotos, vídeos y audios que enriquecen la obra.
La realización del documental tiene un
ritmo que consigue mantener el interés y la atención durante su
largo metraje. Un buen prólogo, con el tema islandés y unos
créditos iniciales muy dinámicos. El montaje, cuando no cae en los
dudosos recursos antes comentados, resulta ágil y refrescante.
En definitiva, una película
interesante y didáctica, que por desgracia, cae en unas prácticas
que en cierto modo, la desacreditan. Al final, algo de Michael Moore
sí que había.