Tan sencillo como que todo lo que Penélope ha hecho en Hollywood es mierda, y casi todo lo que hace Salma es mediocre. Esta última solo se molesta en hacer cositas interesantes muy de vez en cuando, y aún así ha demostrado un impresionante talento para ser incapaz de dar con el proyecto adecuado. Esto, como digo, cuando intenta hacer algo serio. Cuando no, como la Pé. Películas intragables, auténticas obras cumbre del atragantamiento y el vómito.
Pero, aunque ambas tuvieran en su filmografía yankee cientos de películas interesantes, la naturaleza de esta bazofia les delata. Dos amiguitas del alma (del alma desde hace dos días) se conocen, se molan cantidubi, se dicen qué buenas estamos y enseguida encaloman a un par de productores pardillos que, pensando con la otra cabeza, deciden que si dos tetas tiran más que dos carretas, no digamos entonces cuatro; ¡semejante todo terreno tiene que tirar p'alante en todas las carteleras! Y lo jodido es que, probablemente, tengan razón. Vamos, que la chorrada esta algo de pasta va a generar.
En cuanto a lo que debería contar, es decir, la película en sí, pues eso, dos tipejas que se molan mucho a sí mismas vestidas de cowboys (debería decir cowgirls, para que no se me enfaden algunas) pero, eso sí, con escote pronunciado, de esos de media teta fuera, soltando todo tipo de chistecillos feministas en las más insospechadas situaciones; esas mismas que confunden, tristemente, el gag con el ridículo.
Cualquier cosa, un helado, un paseo, ir a la playa mientras llueve, ir al cine y pasar de sala en sala viendo trailers, pasarte en el video la imagen de Zidane cabeceando Materazzis, cantar ópera en un karaoke, cualquier cosa, cualquiera, es mejor que pagar por ver esta porquería. O que verla sin pagar, también.