Nuestro mundo, el más nuestro, el de nuestros tiempos, tan modernos, tan globalizados, tan racionales, por mucho que muchos no lo quieran ver tiene su belleza. Porque tan bello puede ser el paisaje de unas ingentes aspas de molinos blancos en la meseta o de máquinas trabajando en serie en las granjas del siglo XXI. Y estoy hablando de una belleza plástica, más allá de toda moral.
Este documental austriaco dirigido por el prestigioso Nikolaus Geyrhalter parece que nos va a hablar de esta belleza, la que parece que ha de negarse en nuestros tiempos mientras se reúne uno a una mesa para compartir los alimentos que surgen de este nuevo concepto de plasticidad.
Un documental de obligada visión para todos aquellos que han estado en contacto con el mundo rural para comprobar la enorme evolución del mundo en el que vivimos. Eso sí, que nadie se espere un documental narrado a la manera de Una verdad incómoda, ya que lo incómodo y maravilloso de este documental será la explotación de los escenarios y de los sonidos de una manera netamente artística.
La película fue premiada en el Amsterdam International Documentary Film Festival.
Para un público quizá minoritario, pero que existe y la sabrá apreciar.