Antes de enfrentarme al cursor parpadeante decido releer mi
post sobre Entre copas y descubro que el regusto que me ha dejado Los
descendientes se asemeja en exceso al que en su día me dejó Entre copas.
Esto me lleva a concluir que quizá tenga un problema con el
cine de Alexander Payne, algo así
que podríamos definir como "incompatibilidad de caracteres".
Como ya comenté en mi pre sobre esta película, Alexander
Payne gusta de contar las pequeñas cosas. De esa técnica narrativa metonímica
de extraer grandes conclusiones sobre pequeños análisis. Eso es algo que
entiendo que en nuestros días es difícil de encontrar en el cine main stream
que viene de Estados Unidos, pero sigo sin verle dónde está la materia que
desata el furor sobre las películas de este director.
Su dirección me resulta siempre de acompañamiento, sin ánimo
ninguno de impregnar estilo alguno en lo que rueda y con una cierta gracia para
conseguir pequeños momentos de comedia contenida. Así lo podemos encontrar en
la escena en la que George Clooney sale corriendo de su casa cuando su hija
mayor le confiesa el engaño de su mujer. Hasta cuando terminan de echar las
cenizas de su mujer y dice algo así como "creo que ya ha terminado todo" o las
situaciones que da el personaje de Sid, puñetazo incluido por parte del abuelo
de su novia tras mofarse del alzheimer de su mujer.
Sigue esta tendencia, de corte independiente, sobre que la
comedia hoy en día tiene que ser contenida, de pocas palabras y epatante, en
contraposición a diálogos clásicos de comedia de réplica y contraréplica o de
ritmo descacharrante.
Sin lugar a dudas, el mejor momento de la película es aquel
en el que el personaje interpretado por George Clooney le dice a su hija mayor
que su madre se va a morir y ella se sumerge, y nosotros con ella, en la
piscina para llorar.
Y es que si algo funciona en esta película son los actores,
especialmente George Clooney que desarrolla un personaje con muchos y variados
matices como padre desastre, como marido abnegado, como yerno vejado, como
hombre confundido...
El descubrimiento de una infidelidad a posteriori no es un
tema novedoso en el cine pero este tratamiento digamos de cuerpo presente,
unido con el tema del testamento vital, sí que es muy interesante.
Lástima que Payne no sea capaz, salvo en contadas
excepciones, de arrastrarnos y sumergirnos en la piscina de los sentimientos.