Llegaba esta "Being Julia" abanderada por la premiada Anette Bening, esa actriz de 46 años, que empezó a los 30, y de la que lo que más se conoce es su matrimonio con Warren Beaty (reto a alguien a que me diga cinco películas protagonizadas por Anette Bening, si a alguien el juego le resulta molesto o difícil, para tranquilizarse, que piense en cinco películas de Woody Allen).
Aterrizaba este "Conociendo a Julia" con la vitola de comedia coral, de adaptación serena y vistosa de un clásico, de película que nutrirá quizá una nominada a mejor actriz en los Oscars del año que viene...
Y lo cierto es que la película no acaba de entrar por los ojos, porque ni está representado el Londres de vísperas de la 2ª Guerra Mundial, ni está por ningún lado reflejada la sociedad elitista londinense y el ambiente de la farándula, porque el mediocre Szabo no le pone ganas en ningún momento a la cámara y se limita a posarla en algún lugar de la habitación para que no haga demasiado ruido, porque da pena ver a Irons y da más lástima aún el "papelón" que tenía que haber realizado Greenwood, y que en ningún momento se acerca. Me explico. La grandeza del clásico no radica únicamente en el personaje excéntrico de Julia, sino en su antagonismo con la fuerza del que tiene el amante estadounidense, en esa relación de la que tiene que salir tan escaldada Bening que no piense en otra cosa que vengarse. Porque en las películas que tratan sobre la venganza, ésta debe cocinarse a fuego lento, como un buen potaje, y eso no se ve en esta película.
¡Y qué se puede decir del personaje del maestro de Julia muerto! Ese altavoz que nos ponen para explicarnos cosas complicadas que son difíciles de captar con una contemplativa cámara.
Y lo peor, que ni el guionista, ni Szabo, se han preocupado de actualizar la trama de este clásico, que resulta en su original un tanto ingenua para los ojos de los espectadores de nuestros días. Pero no, esta película no iba más allá que ofrecer un buen papel a una buena actriz que ronda la cincuentena, todo lo demás es celofán y barato. Ya no se hacen bien ni las películas de época en la Industria. ¡Esto es el fin!
No obstante, este potaje se deja comer, eso sí, sin ningún resto de flatulencia en su digestión.