Rodar al mercader como si se tratara de cine moderno creo que es la última osadía, de igual manera que plagar la pantalla de señores de taquilla, porque se pierde el rumbo, se pierde Venecia entre tanto artista cansado de recrearse en las mismas interpretaciones teatrales pero adpatadas.
Sacar a la luz un film con este estudioso gran poema, por su crudeza y vital devenir de humanos codiciosos de poder y tristeza, no es tarea para llenar salas, sería difícil dar un carácter eterno a una obra que ya lo tiene en sus telones subidos mil y una veces.
¿Por qué no me inquieta esta cinta?. Puede ser por la pequeña certeza de que tratando de crispar más los ambientes solo me vea doblegado por la ternura de una imágenes cuando la mejor de las escenas se dibuje por ella misma, sin que la gran pantalla hay aportado gran cosa. Puede que tras la película solo consiguamos no tener que ir al teatro, o puede que no.