Se echa en falta en Cold Mountain, en partes del metraje y en algunos elementos concretos, ese plus de brillantez y de fuerza que quizás hubieran acercado mi puntuación a las 5 estrellas.
Para empezar, da la impresión de que Minghella quiere convertir ese pueblucho, Cold Mountain, en un personaje mas, en un ente físico permanente, poderoso, relevante. Lo intenta con la llegada de la Kidman al pueblo, con la presentación de los rufianes que manejan el cotarro en la sombra, con los susurros delirantes ("Cold Mountian, Cold Mountian"...) del personaje de Jude Law cuando éste peramence postrado en cama, en el hospital de guerra. Pero incluso Law lo dice en un momento de la película: No es Cold Mountain a donde me dirijo; a donde voy es a ella. Refiriéndose, claro, al personaje de Nicole Kidman.
Y son de hecho ellos, Law, Kidman, y también una sorprendente Renée Zelweger y una Natalie Portman cargada de fuerza, presencia y talento, los que mayor garra aportan al metraje en su parte mayoritaria. La trama se mueve por hilos clásicos que, en gran medida, conocemos casi de memoria. Pero Minghella (hay que reconocérselo) tiene pulso narrativo y capacidad de sobra para inmiscuirnos en la historia, para que todo eso que sienten quienes en la pantalla padecen, nos importe también a nosotros.
El camino de vuelta a casa de ese soldado desertor que solo anhela reencontrarse con la mujer a la que ama, implica que el guión tiene que estar construído, a la fuerza, por distintos episodios que el protagonista vive a lo largo de ese camino. Y claro, unos con mayor acierto, otros con emnos. Eso sí, el nivel nunca decae de un notable o quizás un notable bajo, muy pero que muy apreciable. Y también, por supuesto, hay momentos de sobresaliente alto (todo la escena en que aparece Natalie Portman, por ejemplo).
De todos modos, aunque casi todo ese camino de regreso hubiera avanzado por una nota buena pero discreta, hubiera merecido la pena acompañar a Law en el viaje por ese momento SUBLIME, el momento EXACTO, en que él y Nicole Kidman se vuelven a ver, se reencuentran sin darse cuenta durante los primeros segundos. Él aparece a un lado del camino; ella, al otro lado, le apunta con la escopeta. Él cree reconocerla, pero cuando ella grita asustada ordenándole que se aleje, él obedece. Entonces, ella también le reconoce y corre repentinamente emocionada, casi histérica, tras él. Es un momento memorable. (Lástima, por cierto, que después, el diálogo entre ambos a la luz de una fogata, en la noche, no sea tan brillante.)
Y un último punto, mérito de Anthony Minghella. Cuando Law cae, y Minghella rememora visualmente lo que la Kidman creyó ver en el agua del pozo meses atrás, preveyendo el futuro, más allá de la fuerza enorme de esa imagen, poderosísima, más allá de eso, uno siente que el alma se le revela contra ese desenlace. A mi personalmente me jodió que Law, después de tanto como habia sufrido por volver con su amada, y tanto como ella también había padecido por esperarle, sin abandonar ese pueblo sin futuro ni esperanza, después de todo eso, que todo acabara ahí, que él muriera, que ella solo tuviera que conformarse a partir de ahí con el recuerdo. Y ahí es cuando uno entiende hasta qué punto el director ha sabido hacerle entrar en la historia, en los sentimientos de los personajes, hacerle vivir cada escena y cada fotograma como si estuviera dentro de la historia.
Es una película convencional. Sí, de acuerdo. Pero de modernidades y experimentos fríos y vacíos empezamos a estar bastante cansados. Si hay algo que toca la fibra sensible de CUALQUIERA, sabemos lo que es. Y cuando algo así se hace bien, bien contadito...