Vaya por delante que Paranoid Park es de lo mejorcito que he visto en bastante tiempo, una joyita de la que sólo nos queda lamentarnos por haber tenido que esperar dos años para poder verla.
Al igual que con su próximo film, Mi nombre es Harvey Milk, Van Sant vuelve a estructurar su guión a través del desestructurado relato de Álex, el adolescente protagonista. Es curioso porque en ambas películas, la manera en que dicho mecanismo es utilizado sirven, amén de para vertebrar la narrativa, para ahondar en la personalidad de cada uno de sus protagonistas. Si Milk era un hombre metódico y ordenado, Alex es, como muchos de los adolescentes que van a patinar a Paranoid Park, un tanto disperso.
Me ha asombrado la magistral manera en la que Gus Van Sant ha sabido plasmar lo que un adolescente cualquiera puede sentir. El recurso formal de enfocar a Alex y dejar desenfocado todo lo que le rodea creo que resume a la perfección, no ya sólo lo que hay de castigo en él, sino lo que cualquier adolescente puede llegar a sentir.
Pero lo que más me ha gustado, sobre todo, es las ganas de rodar de Van Sant. Se ha recreado en esas imágenes evasivas de la realidad con las que sueña Alex, de skaters haciendo piruetas imposibles; o de escenas tan simples como una en la que Alex parece ir a una biblioteca a coger un periódico y sentarse a leer, rodada en un travelling en contrapicado. Eso por no hablar de su sello, de esa cámara siguiendo a su personaje por los pasillos del instituto (lo lleva en su ADN cinematográfico) o la sobriedad y elegancia del plano secuencia del primer interrogatorio a Alex.
Como explico, Van Sant lo borda en la estructura del guión, en sacar el máximo partido posible a unos actores noveles, en plasmar la adolescencia y, ya más centrados en el relato, en el castigo y la angustia de Alex. La escena de la ducha es sencillamente magistral, al igual que el uso que hace de la música a lo largo de todo el film, ahorrándonos, por ejemplo, la conversación en la que Alex deja a Jennifer. Lucidez es la palabra que me viene a la mente cuando recuerdo la película. Si en Elephant el corsé formal lo ataba, y en Last Days, el contenido del conflicto que pretendía contar lo ahogaba, con Paranoid Park ha conseguido el resultado redondo que venía buscando en sus anteriores films.
Una pequeña gran joyita.