Lo más importante de contar una historia en cine es contarla, desde luego, contar algo y después, inmediatamente seguido contarla, que llegue, que nos esté esperando tras las imágenes. Bien pueden ser imágenes más lentas o más rápidas, bien pueden ser 14 imágenes como 250000, pero al final hay que conocer una historia y en Olvídate de mí nos cuenta una historia, hasta dos, hasta tres, con muchos detalles, con alegría, con pasión, con unos toques de trabajo más allá del cumplir.
Esos detalles de la truculenta historia de ir y venir acerca de los recuerdos, con una fotografía y unos juegos de escenario que apabullan, se agradecen y dan una lección de cine a los más grandes de siempre. Es demasiado decoro, no, porque es rico en todos sus momentos, el subrealismo dentro del realismo, la ciencia-ficción dentro de una realidad aplastante, el amor, lo necesario de vivir y seguir sintiendo porque no seremos nada si no hacemos caso a esa ceremonia que es nuestro instinto la atraccvión en este caso hacia otra persona.
Saber transladar todo esto con un fluvial repiqueteo de imágenes y situaciones, de ritmo, de montaje sideral más allá de planos detalles y cámaras lentas tiene un mérito de embergadura.
Kaufman es impresionante, digno dignísimo, un grande, una cita necesaria, la boca de aire fresco, y esta historia bien alimentada por Carrey y Kate vuela por sí sola hacia las líneas del pensamiento que todos hemos necesitado pensar, soñar, pero haciéndolas realidad y con claridad, brillantez y fuerza. Qué maravilla.