La complejidad de la película, que es mucho más profunda que la mención de su personaje principal durante la primera media hora, es lo que mantiene en vilo una historia completa, de necesidades místicas bien disfrazasas, y de momentos altos que vigorizan una atención a la pantalla que en ocasiones cuesta muy cara.
Ese vampirismo a la inversa, desmedido, provocador de un terror que el personaje busca y no encuentra, es una excusa para profundizar de una manera demasiado lenta y con demasiados golpes de cámara subjetiva, rellenando muchísimo film, en la canallada de vida a la que está expuesto, a la que acaba perteneciendo, y en el que termina por destruirse. Ese terror necesario que en lugar de liberador es monstruoso como la sonrisa de su mascota.
Con una chispa más alta que muchas intenciones de suspense y terror anteriores con menor nota, este film es grotesco por las formas, pero se salva una y otra vez en su propia bolsa de aire. Esto es un talento que la hace merecedora de algo más, pero por poco. Demasiada pausa para esconder carencias.