Martin Scorsese es, además del Maestro, el mejor realizador de documentales musicales del momento. Ya sólo por haber firmado El último vals debería ser elevado a ese altar, pero nos ha dejado más muestras, como la serie documental sobre el Blues que pergeñó con la colaboración de otros grandes como Clint Eastwood.
Ahora, y antes de meterse a fondo con un nuevo proyecto del mismo género (¡sobre Bob Marley!), nos llega su incursión en la música de los Rolling Stones. Era algo que tenía que llegar antes o después: los Stones siempre han estado presentes en las películas de Scorsese, habituales en sus eclécticas bandas sonoras. Desde el Jumpin' Jack Flash de Malas calles hasta el Gimme Shelter de Infiltrados.
Aquí, Scorsese se apoya en una de las más recientes giras de sus Satánicas Majestades (que culminó con un concierto con presencia VIP: Bill Clinton celebrando cumpleaños) para alternar sus actuaciones musicales con sucesivos cara a cara en los que Scorsese intentará sacar a relucir un perfil sincero de los cuatro Stones. Algo parecido a lo que ya intentó con The Band en su momento, pero seguramente con una puesta en escena más incendiaria y frenética, más acorde con el estilo que va depurando, cada día más, el Maestro.
El montaje (otra Maestra: Thelma Schoonmaker) será uno de los puntos fuertes de una película fácil de adjetivar: eléctrica, potente, frenética, rockera. Será una auténtica gozada aunque, por su propia temática, estará muy enfocada a un público que irá desde el "me interesa" hasta el "soy un auténtico fan de los Stones".
Para los que estamos dentro de ese abánico, es una cita INELUDIBLE.