Hoy mismo he leído una noticia en el
diario vasco, que dice que los "padres católicos" piden la
retirada de A Serbian Film (a los católicos les va más el gore de Mel Gibson). Todo esto al hilo de su presencia
en Donostia, en la Semana de Terror, después de que pasara por
Sitges y también armara revuelo en el debate de las mañanas de
cuatro, creando un posterior debate digital entre Vigalondo y la Campoy.
Y lo que vengo a pedir es que no
hagamos caso a los "padres católicos" básicamente por dos
cosas: la primera, la evidente, porque no está bien que a las personas
adultas nos digan qué ficción podemos ver y cuál no, siempre que sea ficción. Pero en segundo
lugar, no quiero que hagamos caso a los "padres católicos" (me
niego a quitar las dobles comillas, que padres católicos también
son los míos) cuando están haciendo una enorme publicidad a una
película que probablemente va a ser un soporífero transcurrir de
violencia gratuita, sin mayor interés.
Y es que todo estos adalides de la
moral, la Campoy incluida, parecen que a día de hoy todavía no se
han dado cuenta que cada vez que abren la boca, los productores de la
película se frotan las manos. Nada nuevo: en la película Matiné de Joe Dante, veíamos en una escena como unos moralistas formaban
una manifestación contra una película de terror, y después se
descubría que trabajaban para la película y sólo estaban creando
morbo (y esto estaba ambientado en los 60).
En definitiva, ¿puede que esta sea la
película más gore rodada hasta la fecha? Quizá sí, quizá no,
habría que ver alguna de las películas japonesas más bestias, pero
en todo caso, ¿tiene eso algún valor? No es más cuestión que
proponérselo.
El film puede ser una alegoría del
horror y la violencia enterrada bajo los adoquines que soportaron la
sangre de la guerra de los balcanes. Aunque sospecho que este mensaje
no es más que una excusa para crear una película absolutamente
cruel y desagradable. Es verdad que en su premisa hay cierto aroma a
metacine y a juego de espejos que podría ser interesante, aunque me
temo que esto se acaba en cuanto empieza la sesión de
ultraviolencia. Quizá la banda sonora sea, como dicen, una virtud de
la película, pero seguramente pronto querremos eliminarla de nuestros oídos (aunque
esta sea la idea).
En fin, que no hagamos caso ni a
católicos ni a Campoy. Si alguien quiere verla, que la vea, pero
desde luego, creo que no es más que una película mediocre, bastante
enferma. Hay otras películas, también subidas de tono, que son mucho más atrayentes.