Un innegable halo de petulancia y pretenciosidad invadía cada dato que nos iba llegando de la opera prima del director francés Xavier Gens. Ya el mismo título de la película, con esa ese entre paréntesis que más de uno obviará, da a entender que su film pretende dialogar sobre el auge de la extrema derecha en Francia, fenómeno que parece haberse apoderado de otros países vecinos como Suiza. Por eso, aunque la película del francés llega tarde, su vigencia es absoluta. Ningún problema. Siempre es interesante que el cine de género aborde nuevos terrenos. Pero cuando profundizamos en las particularidades del film, es inevitable echarse a temblar. En la nueva era de la televisión, en la que la violencia que asusta es la de verdad, tratar de reivindicar unos ideales a través del terror cinematográfico es francamente imposible. No digamos ya si se trata de un terror de casquería. El gore no sirve para todo tipo de historias. Es algo que Olaff Ittembach debería aprender algún día. ¿Gore político? No, gracias.
Queda patente que Xavier Gens sabe manejar la cámara. Después de ese inicio tan bien resuelto, con esa persecución por los barrios menos favorecidos de Paris que es puro ritmo, uno tiene unas ganas enormes de verle en su nuevo proyecto de acción, la adaptación del videojuego Hitman. Los jóvenes inmigrantes de segunda generación huirán a la desesperada de la policía, hasta dar con un motel regentado por unos familiares liderados por un Adolf Hitler a la francesa. Lo que se dice salir de la sartén para caer en el fuego. Y eso es todo. Como nos hemos permitido ese preludio, ya tenemos la excusa para meter en la película todas las salvajadas que se nos pasen por la cabeza. Me parece perfecto que se quiera ser chocante, pero no a costa de justificar que la sangre tiene un componente intelectual cuando este brilla por su ausencia. El mensaje queda claro cuando vemos la figura del patriarca de ese clan de dementes, casi un calco de la persona de Jean Marie Le-Pen con acento de Alsacia. Más que asustar, la caracterización da risa de tan burda.
A pesar de este error de base, la película contiene algún que otro hallazgo visual impactante, como el de esos niños deformes producto de la endogamia o el personaje de la niña secuestrada, solo otro miembro más de esa auténtica parada de los monstruos que va haciendo acto de presencia a lo largo de la película. Ya me estoy cansando de tener que citar a Tobe Hooper y al cine de terror de los setenta cada vez que me enfrento a un Slasher. ¿Es que no hay otra referencia? Hasta la escena del gancho es clavada. Uno empieza a estar un poco harto de estas “declaraciones de amor” al género. Por desgracia, muchos realizadores se han pensado que estos supuestos homenajes a obras de terror famosas dan licencia para todo lo que les venga en mente. Lo mismo puede decirse de la cruel imaginería de los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial trasladada a la Francia actual. Los decorados y la música que los ambientan son efectistas, pero sin una personalidad definida más allá de las sombras y el barro que pueblan la granja en la que se desarrolla el film, quedan en nada.
Le toca el turno a los actores, todos ellos bastante competentes. Karina Testa tiene que compartir protagonismo con todos los malvados del film y constituye un buen equilibro a la balanza de asesinatos que perpetran. Su salvaje y orgiástica venganza deja entrever a una intérprete sólida y bien preparada. De entre los malvados, el que más sorprende es Samuel Le Bihan, irreconocible bajo una impresionante masa de músculos. El resto de victimas, David Saracino, Chems Dhamani y Aurélien Wiik, hacen lo que pueden para escapar al poderoso influjo de la carne de matadero. Todos ellos están sujetos al cliché, que invade absolutamente toda la producción, desde su fotografía hasta algunas de sus tomas, como la inevitable escena de sexo o el encuentro de la huidiza Testa con uno de los maníacos, que en vez de llevarla ante las autoridades la devuelve de nuevo a su particular infierno. Xavier Gens sabe muy bien lo que se hace. Su película parece más cine americano que europeo, solo que llevando al tópico hasta su paroxismo más desagradable… al menos para todos aquellos que no estén acostumbrados a ver este tipo de películas. Puede decirse, en efecto, que su opera prima es una copia del peor American Ghotic.
Siempre he pensado que las comparativas son odiosas, pero es que es inevitable no equiparar esta película a su compatriota A l´interieur. Alejandre Axa parece haber abierto la veda en el país vecino en lo que a cine de género se refiere, del mismo modo que hiciera Peter Jackson en Nueva Zelanda, pero eso no quiere decir que todo lo que se produzca sea cine de calidad. No hay más que enfrentar las operas primas de Gens y Bustillo-Maury para darse cuenta. Cuando la atmósfera está cuidada y el toque gore es efectivo, basta poco para que el espectador se involucre en pantalla. No obstante, cuando es lo grotesco quien toma un protagonismo principal, todo posible mensaje se diluye con la citada atmósfera. La película de Xavier Gens es ciertamente asquerosa, malsana, sucia… pero su discurso político sobre el miedo no debería plantearse a través de una violencia tan poco creíble.