No dudo que será un problema de mi genética, pero si hay algo que no puedo soportar son los cómics ridículos. No sé muy bien por qué a un cómic le pido seriedad, quizá más que a cualquier otro tipo de manifestación artística. Lo sé, es mi problema, no el del resto del mundo, pero igual de cierto es que ésta mi post. Si hay algo que se le puede agradecer al replanteamiento de saga de Nolan con Batman es, precisamente, haber recuperado la seriedad que en un momento dado Joel Schumacher decidió pasar por el exprimidor.
De ahí que cuando veo esta película de Miller, sin entrar a valorar lo acertado o no de la adaptación, no puedo evitar sonrojarme de vergüenza ajena. Es realmente patético ver a Samuel L. Jackson en el rol de Octopus (la escena en la que intentan asesinar a The Spirit con todo el imaginario nazi es inenarrable), igual que ver a Scarlett Johansson en un papel impropio del supuesto status de estrella con halo que intentaba tejer. De Paz Vega diremos que hay que meter el morro como se pueda, y que le va a tocar tragar con aquellos papeles que por decoro profesional deba declinar Penélope Cruz. Al menos Eva Mendes tiene el papel más digno dentro del Universo de Eisner, aunque con momentos como en el que se fotocopia el culo...ejem...pasemos de párrafo.
Miller se muestra desatado, utilizando todo tipo de efectos y técnicas, sólo que esta vez se le nota que no está al servicio de nada en concreto, sino a su afán por el experimento, con momentos logrados y otros, simplemente, fallidos. Copiar siempre es difícil, y cuando se juega a ser kitsch, pues es muy fácil naufragar. En eso hay que reconocerle el mérito a Tarantino, que sabe moverse en el fango como ningún otro.
La historia es mínima y sin interés, y eso lleva a uno al más absoluto aburrimiento, en un producto que espero no tenga una secuela. Si el espectador tras ver la película se queda preguntando si ese culo es de Eva Mendes, es que algo ha salido mal.