Ópera prima de Amy Redford, sí, sí, la hija de Robert. Y, como no podía ser de otra manera, la película se exhibió en el festival de papi, nada más y nada menos que Sundance, acogida con tibieza.
El principal problema que me genera esta película es la pereza, sobre todo, de su argumento, el cual no pienso desvelar, pero que sí que diré que es muy similar a otro desarrollado en una película que concitó a dos ganadores de un Óscar. La propia Amy, en entrevistas que concedió en Sundance, valoró la posibilidad de interpretar el papel principal de esta película, aunque finalmente prefirió centrarse en la dirección y lo confió a Saffron Burrows, a la que podemos recordar de En algún lugar de la memoria.
Junto a Burrows, Isaach De Bankolé, el amigo del protagonista en La escafandra y la mariposa y uno de los malos de Casino Royale; y Paz de la Huerta, una joven neoyorkina que ha trabajado en películas que no han conseguido cruzar el charco pero a la que podremos ver en la película Asfixia.
El único trozo de madera al que asirme al enfrentarme a esta película es su guionista, Amos Poe, miembro de la generación No Wave y autocalificado como remodernista. Uno de esas enfants terribles del cine que no han conseguido montarse en la ola de la democratización del éxito. Él es el pasaporte para mi atención. No creo que Redford sea capaz de dar con el tono de una película que puede caer en lo trillado con mucha facilidad.