El festival de San Sebastián rinde tributo a la cuota de mercado antibelicista derivada de los tristes acontecimientos que día tras día nos llegan desde Irak.
Nick Broomfield es un eminente documentalista que el año pasado trajo Ghosts, una película que, sinceramente, pasó sin pena ni gloria, y con un Premio a la Solidaridad.
Lo que quizá más asuste de todo este invento es que acabe saliéndole un docudrama rodado con cámara al hombro, violencia cuanto más explícita mejor y que se note que la mayor parte de los actores son casi novatos.
Esta película funcionará correctamente a mi juicio si me aporta algo más que un noticiario enfundado en una lata de celuloide. Y no porque esté en contra de esto, sino porque ahora mismo, con el desarrollo de internet y de plataformas como youtube creo que el Cine se tiene que olvidar de un papel exclusivamente periodístico.
Cuando me siento en una butaca y se apagan las luces y el proyector echa a andar, necesito que alguien utilice la realidad para transformarla en una forma de arte, no para transformar el arte en una pantomima de la realidad.
¿Una opinión excesiva? Puede que sí o puede que no. Pero mucho me temo que esta película está anclada en una concepción totalmente superada.
Suyo es el onus probandi de lo contrario.