La esperada y tan laureada Rare
Exports, finalmente se tornó en decepción. Que podía ser un
corto alargado, era algo a lo que nos enfrentábamos, pero que el
autor, Jalmari Helander, esté tan perdido a la hora de
enfrentarse a un largo, es sorprendente.
La película está llena de amagos,
intenta crear momentos, busca motivaciones entre los personajes,
especialmente la relación padre-hijo, y en general, el chaval
respecto al mundo. Cual Spilberg sin talento, propone volcar nuestras
ilusiones sobre triunfo del niño, salvando a sus amiguitos y
consiguiendo el respeto del padre.
Finalmente, lo que consigue es una
serie de momentos sin fuerza, sin un hilo verdaderamente potente, con
un rival descafeinado. Nada cobra importancia y se queda únicamente
en un collage de imágenes sugerentes (el agujero, el viejo
agazapado, la nieve...), con una muy buena factura visual que no
sirve de mucho a una narración torpe y vacía. El director ha demostrado que tiene mano para encontrar imágenes y elegir premisas originales, pero no sabe narrar. Lo mejor es el final, un final de corto, para un director de cortos.