Si el rostro de nuestra estrella de Hollywood es continuado durante el film a modo de eterno preocupado, que da vueltas tontas vigilado por un lastimero sistema de escucha, y los malos son tan poco malos que tienen que esperar hasta tres intentos de fuga a pesar de blandir las pistolas, la película no suele llegar a buen término.
La excesiva presencia de pantallas en las que no se ve bien lo que sucede, la intrigante maraña de cuartos informáticos que visitar, los malos de risa que viajan como si de una excursión se tratara en una fila de furgonetas con un perro lastimero que tiene GPS, la violencia de pelea estúpida y sin coreografía decente, así como el papel de la madre negociadora... son algunos de los componentes de una película que viaja a ciegas, con una inventiva alucinante para salir de entuertos del guión con tonterías mayores bajo la atenta mirada de Harry que ya no está para estos trotes.