Dominik Moll no se caracteriza
por hacer películas perfectas, redondas. No es garantía de nada, ni se puede decir de él que sea un gran cineasta. Sin embargo, sus
trabajos siempre suelen tener un valor, una personalidad, algo que
deja cierto poso. Tenemos como ejemplo sus dos anteriores trabajos,
Harry, un amigo que os quiere y Lemming. En ambas
conseguía cierto suspense subterráneo, extraño, indirecto. En
concreto en Lemming había también un componente
sobrenatural, algo forzado, que conseguía resultados interesantes.
Al menos consigue crear cierta inquietud.
Ahora adapta un éxito de la literatura
gótica del XVIII, El monje. Una novela de la que se puede
decir que creó inquietud, que transgredió al poner sobre el papel
ciertos temas tabú relacionados con la Iglesia. Obviamente, a día
de hoy, todo eso está más que superado y se ha echado tanta mierda
sobre la religión que es difícil que algo nos pueda resultar
transgresor, y menos si está escrito hace más de doscientos años.
Es más fácil que nos resulte cómico al estilo de la película que
se anuncia de Kirk Lazarus en Tropic Thunder.
Pero si unimos este material tan
inestable con este irregular pero curioso realizador, podemos obtener
una película tremendamente irregular pero con algunos elementos
refrescantes y muy satisfactorios. Una opción que me resulta mucho
más atractiva que la de un producto correctísimo sin elementos
notables.
El director vuelve a trabajar con el
actor español, muy apreciado en Francia, Sergi López y con
ese Vincent Cassel tan carismático como oscuro que será una
buena cara para el pecado. Si la historia no tiene suficiente fuerza
vista hoy, habrá que contemplarla desde el análisis de lo que
supuso en su momento.